1 de abril de 2016

Educar para el diseño

Educar no es enseñar. Educar es moldear un espíritu, abrir nuevas cajas en la mente, apuntar otras direcciones. Educar aún los modos de expresión, verbal, gráfica, digital, tridimensional. Eso exige disciplina, rigor, práctica diaria. Enseñar tiene más relación en el cómo hacer, en dominar los procesos, en trasmitir información. Educación tiene más relación con él porque hacer, en comprender causas y consecuencias de cada proceso. Pienso que los mejores diseñadores que conocí tenían tres características fundamentales: una actitud positiva frente la vida, auto estima elevada y vasta cultura. Cuanto mayor o espectro cultural que uno domina, más responsabilidad tiene sobre su propia cultura. Logran impregnar sus proyectos con un DNA propio y territorial. Parafraseando Tolstoi, para ser universal mejor sea primero conocido en su aldea. Esos elementos de distinción intento estimular en los alumnos, haciendo con que hagan una clavada dentro de sí mismos. Busquen rescatar en su historia personal los elementos de identificación cultural, que solo uno posee. Una buena escuela debería enseñar la importancia de tener una comprensión y una compasión por su entorno. Eso vale principalmente para el diseño. Antes del sueño ególatra de pasar a la posterioridad como responsable por el origen de ciertos objetos, los diseñadores podrían pensar en el bien estar de todos.